¿Qué cara pondrías si encuentras en el mercado una copia falsa de tu producto?

No es muy frecuente cuestionarse acerca de los productos que día a día consumimos; cotidianamente compramos elementos de uso personal, alimentos, medicamentos, ropa, accesorios, juguetes, implementos para la cocina, libros, útiles escolares o artículos de oficina, productos de aseo, aparatos electrónicos, repuestos, y muchas cosas más, pero, ¿alguna vez te has detenido a pensar si existe la posibilidad de que alguno de estos elementos no sea original?, efectivamente, puede ocurrir e incluso es más frecuente de lo que crees, sin embargo, este fenómeno que no es tan visible para el consumidor, es uno de los más visibles para las marcas que se ven afectadas con esta indeseable práctica.

Imagínate todo lo que una empresa, o un emprendedor hace para poder sacar un producto nuevo al mercado:

  • Investigación para desarrollar el producto.
  • Pruebas para comprobar que efectivamente produzca los resultados previstos, y prever sus posibles efectos colaterales  (en el caso de productos de consumo humano o animal).
  • Posiblemente repetir este proceso una y otra vez hasta conseguir un resultado óptimo.
  • Desarrollar el concepto de la marca, diseño de la imagen, diseños de empaques, registros de marca.
  • Desarrollo del proceso productivo, locación, maquinaria, mano de obra, materias primas.
  • Inversiones en marketing para poder comercializar, una fuerza comercial y finalmente,  
  • Todo lo relacionado con el manejo logístico que implica poner un producto en el mercado. Esto y mucho más.

Al final de todo este proceso, la empresa saca al mercado un producto, y lo que menos espera es que alguien, sin haber recorrido todo ese camino, ni realizado la inversión de tiempo y dinero, en ocasiones gigantesca, tome provecho de su imagen, su marca, y termine desarrollando productos muy similares en apariencia, pero con características y calidad muy inferiores a los originales, impactando con este hecho negativamente tanto a la empresa creadora, como a los consumidores y la sociedad en general. 

Para las empresas creadoras, evidentemente el impacto es principalmente económico, en primer lugar por las ventas perdidas, que se ocasionan cuando se incrementa la oferta de productos falsos en el mercado, y en segundo lugar por los ingresos dejados de percibir, cuando su marca sufre un impacto reputacional negativo, a causa de ser valorada por la calidad de los productos falsos que, el consumidor asocia como suyos.

Si vamos más a fondo en este tema, o lo proyectamos a largo plazo, el impacto para las empresas puede ser nefasto, porque no solo dejan de percibir los ingresos proyectados de sus productos no vendidos (cuando el consumidor compra al falsificador), sino  que debe seguir asumiendo los costos de producción, que por lo general, siguen siendo los mismos, generando menos utilidades o incluso pérdidas; esto por supuesto impactará su crecimiento y el desarrollo de inversiones futuras, ya que muchas empresas no puedan crecer, o no logran hacerlo al ritmo deseado, e incluso muchas de ellas, tienden a reducirse, llegando incluso a desaparecer, arrastrando en esta espiral a quienes dependen de ellas: dueños, inversionistas, accionistas, empleados, contratistas, proveedores y por supuesto, a todas sus familias.

Ahora bien, el impacto negativo, también llega a afectar al consumidor, en primer lugar en su economía, pues claramente un producto falso tendrá una calidad y duración muy inferiores a las de un producto original, y de esta manera, el consumidor se verá obligado nuevamente a tener que volver a comprarlo, y en segundo lugar, en muchos casos, este tipo de productos llegan a poner en riesgo incluso su salud, pues como ya explicamos previamente, quien los saca al mercado no se ha tomado la molestia de realizar las pruebas necesarias ni los estudios legalmente requeridos. 

Es así como podemos encontrar por ejemplo, productos de uso tópico, con compuestos tóxicos que son aplicados directamente y por desconocimiento del comprador sobre su piel, causando daños en la mayoría de los casos irreversibles. Imaginemos así mismo, que hoy día, pueden estar circulando juguetes, plastilinas, témperas, marcadores y demás artículos falsificados que están expuestos al uso de los niños, y de los que en más de una ocasión hemos podido comprobar que contienen metales pesados, componentes que causan alergias, químicos peligrosos y residuos tóxicos o cancerígenos.

Pero eso no es todo, los repuestos automotores falsificados no sólo afectan la vida útil de los vehículos, sino que además, y esto es lo más grave, ponen en riesgo la salud y la vida de quienes los ocupan, pues por causa de estos falsos repuestos, se pueden ocasionar graves accidentes.

En último lugar, pero no siendo el menos importante, está el impacto social, ya que cientos de familias vulnerables, cada día se ven afectadas por la explotación que desencadena esta mala práctica de falsificar, en la que sufren abuso laboral y pagos deficientes. En conclusión, falsificar beneficia solo a unos cuantos, que se lucran por llevar a cabo acciones anti éticas, con las cuales generan más impactos negativos sobre la sociedad, la salud y las personas, propiciando una bola de nieve negativa, que cobra fuerza y es difícil de controlar.

Mientras unos cuantos falsificadores se benefician por supuesto, usando mano de obra no calificada y aprovechándose de personas en condiciones vulnerables, que se ven obligadas a aceptar prácticas laborales abusivas, además de todo esto lucrarse y financiar otras actividades y prácticas.

Así las cosas, para cada uno de nosotros debe hacerse importante conocer la autenticidad de los productos que consumimos, así como es relevante para las empresas dar elementos de validación al cliente o consumidor, para que las 2 partes puedan estar tranquilas, y de esta manera proteger los intereses comunes dentro de la cadena de producción, abastecimiento y consumo, de la cual al final nos beneficiamos todos.

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